Era 8 de Junio de 1976. Ya habían pasado casi tres anos del golpe de estado en Chile. Después de asesinato de miles de personas, después de detenciones en masa y violaciones de derechos humanos. Después de desapariciones, allanamientos, ejecuciones y perseguidos políticos, después que el país estaba totalmente controlado. Después que ya no se escuchaba disparo de metralla por la noche. Fue ese día 8 de Junio de 1976, cuando los dos se conocieron por primera vez personalmente en la suite presidencial Diego Portales y no en el palacio de gobierno de La Moneda como debería ser. Muchos dicen porque aun estaba siendo reconstruido después del bombardeo que tuvo aquel fatídico día 11 de setiembre de 1973 y, otros porque Kissinger tenia miedo.

 

Siempre habían conversado por teléfono o enviado mensajes a través de sus más cercanos colaboradores. Los dos coordinaban y tomaban las más altas decisiones en cuanto al futuro de Chile y discutían o intercambiaban ideas de lo que estaba ocurriendo y no debería ocurrir en aquella parte de América del Sur. Cuando los dos se saludaron, sonrieron, comos si se conocieran desde decenios.

 

Conversaron largamente junto con sus respectivos embajadores. Bebieron. Comieron. Celebraron. Llego el momento en que los dos se quedaron solos. Fue Kissinger quien rompió el silencio.

 

- “Estimado amigo. Era necesario que tomaras el poder. Tenia que ser reprimido de cualquiera manera. Utilizando todas las armas y crimines necesarios”

 

Pinochet, sin inmutarse, más bien como si hubiese sido un halago para el, le responde:

 

-  “Amo la libertad y por esa razón rechacé el comunismo cuando intentó tomar mi país”

 

-    “Esa es la principal razón por el que guardo un fuerte sentimiento de amistad hacia chile” Le respondió Kissinger. El hacedor de guerras y no de paz.

 

Conversaron durante un largo rato en la más alta privacidad sin ser interrumpidos. Hablaron del pasado, presente y futuro del mundo. Cuando el general trataba de salirse del carril, Kissinger muy inteligentemente lo encaminaba.

 

Cuando ya hubieron hablado lo suficiente y ya no tenían nada que decirse, Kissinger fue el primero en pararse. Pinochet le siguió.

 

- “Querido amigo, antes que te vayas quisiera hacerte una ultima pregunta” Dijo el general. No esperó respuesta alguna. Solamente se adelanto.

 

-  “Tengo la intención de declarar la guerra el Perú. ¿Como tomaría Estados Unidos una guerra entre Perú y Chile?”

 

Si la respuesta hubiese escuchado el mundo entero, el mundo entero se hubiera reído.

 

- “No me gustaría ver un conflicto. Todo depende de quien empiece. Si Perú atacara, será un asunto muy serio para un país equipado con armamento soviético”

 

- “Imagine lo peor, Chile sea el agresor. Perú se defiende y después nos ataca. ¿Que sucedería? Preguntó el general. La respuesta recibida no estaba en sus planes. Se estaba poniendo nervioso.

 

- “No es tan fácil. Los conflictos no resuelven las disputas internaciones. Hay muchas formas de invadir un país y quedarse con el. Tu plan de ataca primero no es la mejor forma”

 

Los dos se quedaron en silencio. Iban caminando a la puerta de salida, cuando sus dos embajadores  se acercaron. El embajador estadounidense traía consigo documentos y una pequeña caja a modo de regalo. Mientras los dos embajadores se retiraban, Kissinger tomo solamente la caja. Muy bien presentada para tan alto honor.

 

Mientras el general sacaba el contenido del regalo, el consejero de seguridad nacional del país más poderoso de la tierra le decía:

 

- “Estimado amigo. El contenido de la presente es una copia completamente igual a la original que hace casi 100 años patriotas chilenos como tu, planificaron para hacerlo mas grande a tu país. Ha sido pasado de gobierno a gobierno durante casi un siglo. Muchos de ellos siguieron el plan inicial, otros lo obviaron o no lo hicieron caso. De ti depende continuar la tarea o no”

 

Pinochet se quedó pensativo. Tenía en sus manos algo parecido a un libro. Era de cuero. De pocas paginas. Llegó a ver solamente el escudo de Chile, cuando su fiel amigo le interrumpió.

 

- “El original debe estar en algún lugar del Palacio de la Moneda. Encontrarlo te corresponde a ti”

 

El general seguía aun pensativo. Alzo los ojos y le dio la mano en señal de agradecimiento. Kissinger le correspondió y le dio un abrazo; pero antes de irse, le entrega su tarjeta personal, blanca como su camisa. En la parte posterior de la tarjeta había un nombre: Zbigniew Brzezinski.

 

Aquella noche el general no durmió. Leyó el plan de sus antepasados varias veces. Y cada vez que terminaba, clavaba la mirada en el horizonte, sonreía y daba un beso a la tapa del libo: al escudo de Chile.   

 

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